Como cualquier otra historia de éxito, ésta también
comienza en medio de la adversidad. En cierta
ocasión, Jeannette Emmanuel se encontraba muy
mal del estómago. Padecía de úlceras, debido a su peculiar
carácter y las preocupaciones ocasionadas por la crisis
económica en la década de 1980. Su esposo, Enrique,
le recomendó que tomara uña de gato. En un principio, ella
se resistió, pero finalmente aceptó tomar el té de dicha
planta, a base de cortezas, raíces y hojas.
Después, su hijo mayor, enfermo de asma, logró curarse.
Cuando las madres del colegio se enteraron del
suceso, Jeannette comenzó a preparar ollas del remedio
natural en su casa.
Para la pareja de esposos, había llegado el momento
de la verdad. Por muchos años intentaron montar su
negocio propio, pero todo terminaba de manera infructuosa.
Intentaron copiar el éxito de una empresa solvente,
pero, como la propia Jeannette dice, lo que no es original,
fracasa. Habían tratado de vender vidrio en provincias,
pero el mal estado de las carreteras y los asaltos hicieron
fracasar el proyecto. Colocaron una empresa de
bufés, pero Jeannette no sabía cocinar ni se podía dar
abasto con la demanda.
Así, empezando de cero, y con poco dinero en los
bolsillos, tanto Jeannette –arequipeña y ex universitaria
de la Católica– como Enrique –huancavelicano y agrónomo
de profesión– decidieron recorrer el Perú en busca
de los secretos de la medicina tradicional.
Lo que descubrieron
en la Sierra fue la extraordinaria generosidad del
hombre andino, la reciprocidad y la solidaridad.
“Aprendí a respetar lo que mi esposo hablaba: del
sentimiento andino, la cultura andina, la filosofía andina,
cosa que hasta entonces no comprendía. Es mentira eso
de que no tenemos valores, sí los hay y ancestrales. Así
conocimos las recetas caseras”, relata enfáticamente.

Los curanderos, los médicos andinos, decidieron
compartir con la pareja de esposos sus secretos. Al volver
a Lima, establecieron Sanatura y comenzaron a imprimir
las primeras etiquetas. Sin embargo, cuando intentaron
registrar la marca, Indecopi aceptó el reclamo de
una empresa estadounidense, Sun Natural, para que
Jeannette y Enrique desistieran de su empeño. El golpe
fue terrible para ella, pero su esposo la consoló diciéndole
que tenía el nombre perfecto: Santa Natura.
Y con Santa Natura anduvieron de puerta en puerta,
como predicadores callejeros. De a pocos se fue formando
un círculo de clientes interesados en la nueva
oferta: la maca, la uña de gato, el camu camu, pero la
oportunidad de oro se presentó en Radio Santa Rosa.
El padre Juan Sokolich les dio unos breves minutos en
el micrófono “para ver qué pasaba”. Llamaron diez personas.
Al día siguiente, se había formado una cola en
la puerta de su casa.
En cuestión de días pasaron a distribuir en tiendas
naturistas y alquilaron un local propio en la avenida Arenales.
Paralelamente, la televisión se fijó en el crecimiento
emergente de Santa Natura. El canal 7 le abrió
las puertas a Jeannette Enmanuel y su elocuencia, los
trajes llamativos con motivos peruanos, los brazos extendidos
y la mirada fija hacia los dones del cielo... El
resto, como se sabe, es historia.
En la actualidad, mil 200 personas trabajan en
Agroindustrias Floris (empresa que regenta la marca
Santa Natura), en Lima y las sucursales de todo el país.
La empresa posee un programa producido por ellos
mismos en canal 2, un segmento en el canal 4 y es muy
probable que el rostro de Jeannette sea visto en todo el
continente por la cadena Telemundo.
Asimismo, se
anuncia que Santa Natura se convertirá en sponsor de un equipo de fútbol local para el torneo de la segunda
parte del año.
Con un amplio centro de atención en la avenida Javier
Prado y una sede en Cieneguilla, se podría decir
que Jeannette Emmanuel ha conocido las mieles del éxito, “pero todo eso es relativo”.
No obstante, los progresos
en los últimos años han sido notorios: Santa Natura
exporta hacia Brasil, Argentina, Estados Unidos y
ya se concretó el envío de dos cargamentos de productos
a China, como resultado de la reciente visita oficial
de la comitiva peruana.
El presente promisorio no le impide a Jeannette
Emmanuel echar un vistazo al pasado y sentir gratitud.
“El secreto de nuestro éxito se debe a que ofrecemos
productos peruanos y nunca nos rendimos. Siempre digo
que hay que sentirnos orgullosos de ser cholos, quechuas
o aimaras, de haber nacido en un país tan rico
en diversidad de flora y fauna como el Perú, al que aprendí a conocer realmente durante mis viajes. Nuestra
cultura es maravillosa y, gracias a la invalorable herencia
de nuestros ancestros, la gente puede vivir su vida
de manera saludable.”