Escribe: Karina Garay Rojas
Fotos: Andrés Valle/Daniel Bracamonte/ UNFPA
En el Día de la Madre, algunas mujeres serán festejadas a lo grande por sus parejas e hijos, y otras verán orgullosas lo lejos que han llegado siendo madres solteras. Sin embargo, a ellas se sumará un grupo de madres más pequeñas en tamaño y madurez, niñas y adolescentes que trajeron un bebé al mundo producto de una violación sexual o de la falta de información sexual. Son tantas que pueden llenar un estadio de fútbol cada año en Perú, pero nadie parece verlo. ¿Cómo romper esta cadena?
Históricamente, el embarazo adolescente fue tratado como un tema de familia, que aparecía como la única responsable del suceso y que terminaba enterrando en la oscuridad a la joven convertida en madre, la mayoría de las veces en contra de su voluntad.
Producto de una relación consensuada o abuso sexual, alrededor de 50,000 mujeres de 10 a 19 años se convierten en madres cada año en Perú. Un número de espanto, en el que también hay niñas de 8 y 9 años. ¿Cómo es que ocurren estos hechos?
Lisbeth tiene 34 años, tres hijas de 16, 14 y 12 años, y esta vez no será un Día de la Madre cualquiera. No tiene cabeza para celebrar, su mente está en otra cosa. Y hay una razón de fondo: en apenas unos días se convertirá en abuela, pues su hija mayor tiene 38 semanas de embarazo.
Está triste y cansada, pero al pie del cañón. Dice que todos ‘se le han ido encima’, que le han dado la espalda, menos su esposo. Siente que todo es su culpa. Lisbeth recuerda a su madre, a quien perdió a los 22 años. Aprendió lo que pudo y ahora debe enseñarle a su “niña” de 16 años el arte del sacrificio que impone una maternidad tan temprana.
“Ya hablé fuerte con mis hijas. Les he dicho que no vayan a pensar que estoy contenta con lo que ha pasado. Estoy muy molesta; pero tengo que apoyar a su hermana mayor, porque no la voy a botar. Acá me estudian, porque ahora van a ver a su hermana cómo va a llorar cuando nazca la criatura, porque no va a dormir. La bebé va a llorar cada media hora y ella se va a desesperar, y yo que soy la abuela, la voy a ayudar; pero ella tiene que aprender a ser mamá, tiene que ser responsable y cuidar a la criatura. Ustedes van a ver a su hermana y ojalá así no se animen a desobedecer”.
La futura abuela dice que ha soportado todo tipo de dolor a lo largo de su vida, pero no le dará a la gente el gusto de verla mal: “Tengo que estar bien fuerte, porque si yo estoy bien, ella estará bien. Debo tener la fuerza por más rota que esté por dentro”.
Su niña, a quien llamaremos Mabel, ha cortado todo vínculo con su pareja. Lo conoció en el colegio y es un año menor. La pequeña nos cuenta que tuvieron intimidad una única vez, en la casa del menor, y hasta usaron preservativo, pero igual quedó embarazada. Algo salió mal.
Lisbeth asegura que su casa siempre se ha respetado. “Yo nunca los he dejado solos; en cambio, esa familia… Creo que faltó educación sexual. Todos te dan sexualidad, pero no educación sexual. Eso no hay ni en los colegios. La educación sexual es donde hablan de cómo protegerse, cuidarse uno mismo, respetarse, quererse, porque el hombre propone y la mujer dispone. Yo creo que también me faltó hablarle más seguido. Ahora lo hago porque sé que más adelante se va a enamorar, pero ya tiene que ser precavida, el hombre que te espera te respeta, te ama”, reflexiona en la sala de su casa. En su comedor cuelga un retrato grande de Mabel cuando cumplió 15 años, apenas un año atrás. Lucía radiante en un vestido celeste, vaporoso, como una princesa de cuento.
Dentro del grupo de madres adolescentes conviven tres mundos: las jovencitas que sí deseaban ser mamás, las de un embarazo inesperado y las chiquitas que lamentablemente fueron violentadas.
Edy Vera Loyola, jefe del Servicio de Madre Adolescente del Hospital San Bartolomé, atiende a Mabel en su control prenatal y conoce los riesgos de un embarazo temprano. Advierte que el porcentaje de muerte materna está aumentando en adolescentes.
“Lo peor que les puede pasar es que se nos mueran y esto debido a hemorragias posparto y a presiones elevadas que se llaman preeclampsia. A los 16 años, su organismo sigue en crecimiento, no solo mental, sino también físico. Entonces, un útero que normalmente, a esas edades, está en cinco centímetros, va a crecer mucho más y la facilidad que debía tener para achicarse costará más trabajo. La pelvis de las adolescentes no es la misma que la de una mujer de 25-26 años, es más pequeña y va a dificultar el crecimiento y acomodación del bebito. Puede terminar en una cesárea y la cesárea presenta más complicaciones”.
Agrega que muchos de los bebés de estas madres nacen con bajo peso, lo que deriva en problemas metabólicos. Algunos terminarán en UCI neonatal.
“Al momento de nacer tienen gran dificultad para respirar y eso se llama asfixia perinatal. El 12 % nace prematuro. Al año pueden nacer aquí 500 bebitos prematuros; es decir, 40 por mes. Aquí hay solo 12 a 13 camas con cuidados intensivos, ¿a dónde va el resto?”, se pregunta.
El ginecoobstetra trabaja en un servicio que atiende a las menores embarazadas de forma diferenciada y ofrece una ruta de salud que cubre casi todos los servicios que ellas requieren: obstetricia, otorrino, dental, nutrición, psicología y psiquiatría, entre otros.
Refiere que a su hospital, al ser del tercer nivel, le corresponde la prevención secundaria y terciaria, que se enfoca en prevenir una segunda gestación, porque la paciente ya llegó embarazada y no hay vuelta atrás; además de lograr que el parto sea lo menos traumático posible, aunque a veces no se pueda, como lo cuenta a continuación:
Con más de 20 años de experiencia en el servicio, asegura que el 95 % de embarazos adolescentes no fue planeado ni deseado. Una cifra altísima que podría haberse evitado. Padre de dos hijos, el ginecoobstetra Vera Loyola comenta que a ellos les parece inconcebible que existan embarazos de este tipo con la gran cantidad de productos que hay para prevenirlos.
“La gran limitante es el acceso a los métodos de planificación familiar, a la posibilidad de hablar abiertamente sobre la existencia de métodos anticonceptivos. Yo puedo tener todas las sapiencias y tener el plan para que las niñas sepan de sexualidad, sepan que existen métodos anticonceptivos; pero no tenemos cómo llegar a ellas, porque hay barreras que tienen que ver con el tema cultural, con lo que ellas y sus familias piensa de estos”.
El experto les recuerda a sus hijos que ellos tienen la suerte de estar en un colegio donde les ofrecen información sobre este tema; pero no todos la tienen.
Para el 2019, prepandemia del covid-19, el embarazo adolescente tenía un rostro eminentemente rural. Según la encuesta Endes, 23 de cada 100 adolescentes de zonas rurales, entre los 15 y 19 años, ya eran madres o estaban embarazadas por primera vez; mientras que en las zonas urbanas 11 de cada 100 adolescentes se encontraban en esta situación.
En ese entonces, Loreto tenía la cifra más alta (32.8 %) en lo que respecta a embarazos adolescentes. Le seguían los departamentos de Ucayali (26.2 %), San Martín (25.5 %), Amazonas (22.8 %), Tumbes (22.2 %) y Madre de Dios (21.9 %).
En aquel entonces, la directora ejecutiva de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Minsa, Lucy del Carpio, comentaba que la prevención de estas gestiones debería haber empezado antes de que los chicos llegaran a la adolescencia.
“La comunicación fluida y constante entre padres e hijas es el punto clave para cuidar su salud sexual, para asegurarse de que estén bien informadas sobre sexualidad responsable y los métodos anticonceptivos”, refería. El peso del asunto parecía estar dentro de casa.
Uno podría pensar inocentemente que aquella adolescente de 15 y 16 años que se embarazó ya aprendió y no se va a embarazar tempranamente. Pero esto es mentira, ella tiene un mayor riesgo porque el embarazo temprano ha dejado graves secuelas en su vida y en su autoestima.
“El embarazo adolescente es un problema de salud pública para el Perú. Hay un perfil de la adolescente embarazada temprana. Por ejemplo, viene de hogares disfuncionales o monoparentales, de hogares donde hay agresión física, verbal, psicológica o padres separados. Para nadie es un secreto ahora que tanto el padre como la madre trabajan mucho más que antes, entonces los adolescentes tienen mucho tiempo libre y el mal uso del tiempo libre es un factor evidente en el embarazo”, refiere, por su parte, Luis Almeida Castro, jefe del Servicio de Atención Integral a la Adolescente del Instituto Nacional Materno Perinatal.
A estos factores de riesgo, afirma, se suman la pobreza, el hacinamiento o el poco cuidado que se tiene con los menores, quienes están expuestos a lamentables situaciones de abuso sexual, como aquí lo detalla.
Almeida Castro recuerda que, de acuerdo con la legislación vigente, toda relación sexual con menores de 14 años es tipificada de abuso sexual y merece una denuncia. En sus más de dos décadas de labor en este nosocomio ha ordenado muchísimas denuncias de oficio de este tipo tras conversar con las menores que alumbran y revelan que fueron violadas por el amigo, el primo o incluso el hermano. Una realidad que duele.
“Todos los casos de menores de 14 años son denunciados y todo abuso sexual de quienes tienen entre 14 y 19 años también lo denunciamos. La parte documentaria ha aumentado tremendamente en el hospital”, comenta.
Recuerda que, hace muchos años, él mismo atendió a una niña embrazada de 8 años. La pequeña venía de provincia, era pastora y había sido abusada por un desconocido y después por un familiar.
“Estoy hablando de hace años, cuando no había reconocimiento de ADN ni nada. Esta niña vino con alrededor de 25 o 30 semanas de gestación. Recuerdo el día de su cumpleaños, cuando tenía 36 semanas, y tanto la psicóloga como la psiquiatra optaron por manejar su caso de forma lúdica, para que entienda que iba a ser mamá. Finalmente, la niña tuvo a su bebé, ella lo quería. Lamentablemente, regresó a su provincia. ¿Para qué? Tengo la seguridad de que para ser abusada una vez más y repetir el ciclo de pobreza de las adolescentes que terminan embarazadas”.
El crudo relato del experto es un pequeño reflejo de la infame lista de denuncias por abusos sexuales que ocurren en nuestro país.
En lo que va del 2024, en enero, febrero y marzo, los servicios especializados del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp) han atendido a 6,380 niños de 12 a 17 años. De ellos, 3,095 han sufrido violencia sexual.
“No estoy de acuerdo con el lema de algunos padres que dicen ‘con mis hijos no te metas’, porque la sexualidad es parte del desarrollo humano. Se cree que porque no se les habla de sexualidad esta no se va a desarrollar; claro que va a pasar, porque es parte del ser humano. Entonces es mejor hablarles sobre lo que les pasa y de los peligros de un inicio temprano en la actividad sexual y el inicio de un embarazo temprano”.
En el 2023, su institución registró 12,202 partos, de los cuales 1,226 fueron de adolescentes con edades de entre 10 y 19 años.
Una vez que terminó el aislamiento social, en 2022, hubo un repunte de los embarazos adolescentes. Por eso la cifra sube de 8.9%, que teníamos en 2021, a 9.2% en 2022 debido a que los chicos nuevamente empezaron a tener contacto con sus parejas sexuales.
En este momento, el Ministerio de Salud preside la Secretaría Técnica de la Comisión Multisectorial de Prevención de Embarazo en Adolescentes, que se encarga del seguimiento, monitoreo y evaluación del desarrollo del Plan Multisectorial para la Prevención del Embarazo en Adolescentes 2013-2021. En este plan se trazó la meta de reducir en 20 % la cifra nacional del embarazo adolescente.
En el 2013, de cada 100 niñas y adolescentes de un salón escolar, 13 indefectiblemente quedaban embarazadas. ¿Cuánto se ha avanzado hasta ahora?
“Para el 2021 se cerró este plan con la meta de llegar al 10.5 % de embarazo adolescente y se llegó hasta el 8.9 %, según la Endes de ese año”, comenta Patricia Bravo, integrante del equipo técnico de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud.
Comenta que la receta que permitió alcanzar la meta incluía trabajar con la educación sexual integral, ofrecer acceso a métodos anticonceptivos y reducir la violencia contra las menores. Algunas metas se llegaron a cumplir..
En la actualidad, el Minsa cuenta con 8,000 establecimientos de salud en el ámbito nacional, todos con acceso a métodos anticonceptivos o a servicios de salud sexual y reproductiva, llamados también consultorios de planificación familiar, cuya atención incluye a los adolescentes, quienes disponen ahora también de servicios diferenciados.
“Antes del 2016, el acceso a métodos anticonceptivos era muy limitado. En el 2012 y 2013, cuando se despenalizan las relaciones sexuales en adolescentes de 14 años para adelante, se logra el cambio de la norma técnica de planificación familiar, permitiendo que todo adolescente puede acceder a un método desde los 14 años, ya que menor a esa edad se considera una violación”.
Patricia Bravo, quien es obstetra, advierte que, pese a que la norma es muy clara respecto a las edades de protección sexual de los menores, hay casos que encienden las alarmas.
“Trabajamos de manera precisa para detectar por qué una adolescente a veces viene por un método anticonceptivo acompañada por sus padres. A veces nos damos con la sorpresa de que la adolescente es coaccionada a ir porque es víctima de violencia sexual, ya sea por los familiares, por los mismos padres o por otras personas. Aquí tenemos un trabajo coordinado con el Centro de Emergencia Mujer, porque estas adolescentes son víctimas de violencia sexual. A veces también vienen solas. En su mayoría, se acercan adolescentes de edades tempranas del nororiente del país: Loreto, Ucayali, Madre de Dios, Amazonas, donde también hay mucha trata de personas”.
La experta resalta que a nivel macro hay avances significativos en el tema, pero reconoce que no se cumplió con todo lo agendado dentro del plan para reducir el embarazo adolescente, como la aplicación de educación sexual integral y que ahora, tras el fin de la pandemia, las cifras muestran un ligero repunte.
Destaca que países como Argentina, con una tasa de embarazo adolescente menor que la de Perú, tienen un plan de prevención de embarazo en adolescente, por un periodo de tres a cuatro años, que le da mucho énfasis a la educación sexual integral a fin de evitar embarazos no deseados.
Si bien, parte del plan de reducción de embarazo adolescente en Perú incluía la aplicación de Educación Sexual Integral (ESI) en los colegios, es muy poco lo que se sabe sobre este tema.
“A raíz de la publicación de los lineamientos de educación sexual integral que el Minedu publicó el 2021, hemos tenido mayor articulación. El 2022, realizamos con ellos un piloto en doce distritos de Ucayali, Loreto y Lima para trabajar justamente lo que es la ESI; primero, fortaleciendo las competencias, tanto del docente como del personal de salud. Después, ya en el 2023, tengo entendido que ha escalado también a otras regiones”, precisa.
Adelanta, también, que ahora trabajan en un próximo plan multisectorial 2024-2027 que no se enfocará únicamente en la salud reproductiva de los adolescentes, sino en resguardar su salud para que logren tener y alcanzar mejores oportunidades en la vida.
“Vemos el embarazo adolescente como un problema de salud pública, pero también como un problema de inequidad, de falta de oportunidades para los chicos, para que puedan vivir su sexualidad de manera saludable, para que puedan estar protegidos y cumplan sus proyectos de vida, que es lo que queremos”, agrega la experta del Minsa.
Hay un esfuerzo institucional del Ministerio de Salud por acercar los métodos de planificación a todos. No obstante, según una evaluación que hizo la Defensoría del Pueblo, todavía existen algunas barreras por mejorar en favor de los adolescentes.
Para Hugo González Coltrinari, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Perú, nuestro país va por buen camino en el trabajo de reducir el índice de embarazo adolescente, que por largos años no se movió del 13 % nacional y superaba el 30 % en zonas de la Selva. Sin embargo, aún no es momento de cantar victoria, como aquí lo dice.
Considera que si uno contrasta los 41,433 alumbramientos de mujeres entre los 15 y 19 años (cifras preliminares del 2023 de certificado nacido vivo-CNV) con los 55,761 nacimientos registrados en el 2018, claro que hay “una gran diferencia”. El problema, sin embargo, no se reduce únicamente a números, porque los partos entre menores de edad continúan y se han incrementado peligrosamente entre las más pequeñas, y entre las que viven en condiciones desfavorecidas.
“Hay un tema de desigualdad socioeconómica. Geográficamente no es cierto que todas las regiones del país tengan la misma tendencia (a la baja). Hay regiones que duplican o triplican el promedio nacional. No es cierto que en todas las edades se esté dando la misma tendencia, porque lo que sucede entre las de 10 a 14 años no es igual a lo que ocurre con las de 15 a 16 años, ni por niveles de riqueza o pobreza. Una de cada cinco adolescentes experimenta la maternidad entre las más pobres, mientras que entre las que tienen mayores recursos es una entre 50. Es decir, la experiencia de la maternidad entre las que tienen menores recursos es diez veces más”.
Comenta que la fecundidad en niñas de 10 a 14 años es un fenómeno que tiene una tendencia hacia el incremento en toda América Latina y, lamentablemente, Perú no es la excepción.
“A la maternidad en las de 10 a 14 años hay que seguirle poniendo atención, por las connotaciones que tiene, porque muchas derivan de una situación de abuso sexual, por las consecuencias en su salud física, mental y en su vida, como la deserción escolar y todo lo que eso implica en la vida de la mujer. Se limita su desarrollo académico y con ello sus oportunidades de tener mejores ingresos. Porque no es lo mismo el salario de una médica, de una piloto de avión que haya obtenido un grado más que una mujer que no alcanzó un grado académico satisfactorio, y todo lo que eso conlleva en su ingreso en el mercado de la informalidad”.
Advierte que a esto se suma que las investigaciones recientes indican que solo uno de cada cuatro embarazos adolescentes es deseado, un tema del que urgen hablar, sobre todo en las escuelas, como lo hacen algunos países de la región, con importante éxito.
“Argentina tuvo una reducción de 50 % del embarazo adolescente en un período de cinco años y eso gracias, precisamente, a una combinación de estrategias; al igual que lo hicieron Uruguay y Chile, que han tenido el acceso a la educación integral para la sexualidad como un elemento bastante igualitario. Si bien en Argentina también se experimentó cierta resistencia en algún momento, fueron los mismos adolescentes quienes solicitaron a sus padres autorización, porque eso les iba a permitir tener mejores elementos y conocimientos para poder tomar decisiones de acuerdo con sus aspiraciones”.
Considera fundamental implementar de una vez la educación sexual integral en los colegios del Perú, la que, señaló, debe ir a acompañada por un reforzamiento dentro del hogar.
La eliminación de los matrimonios infantiles en Perú es un hecho que saluda, porque salvará a muchas menores, sobre todo de 10 a 14 años, de uniones forzadas y tempranas. Sugiere que el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) entregue una transferencia condicionada para asegurar que las niñas permanezcan en las escuelas.
“El costo económico del embarazo en niñas y adolescentes para el 2022 por los efectos en la atención en salud, reducción de los ingresos de manera individual, por la disminución en tributación el país dejó de percibir aproximadamente 66.7 millones de dólares. Multiplique eso por cada año y va a tener una cifra que realmente nos debería de preocupar. Si seguimos más o menos las mismas tendencias, del 2021 al 2030, el Perú podría acumular un costo económico de alrededor de los 3,135 millones de dólares americanos. ¿Qué no haría el país con esa cantidad de dinero?”.
Bajo el enfoque de derechos humanos o de género, urge atender de forma integral el embarazo adolescente, sin demora, puntualizó.
“Un elemento para que los países tengan éxito en este trabajo es la decisión política al más alto nivel. Cuando existe decisión política al más alto nivel y una mayor coordinación entre las instituciones del Estado se obtienen mejores resultados. Así ha sido en Argentina, El Salvador, Uruguay, Chile. Cuando hay una voluntad política al más alto nivel y eso se traduce en un acuerdo, con responsabilidades en los sectores que están convocados a ser parte de la solución, definitivamente el resultado es rápido y de mayor impacto. Cualquier retraso que se tenga por las razones que sean, desinformación, dogma, falta de presupuesto, el impacto será en la vida de las niñas, en sus familias, en sus comunidades y en la sociedad toda”, manifestó.
( *) Cabe indicar que para la elaboración de este especial la Agencia Andina solicitó una entrevista con representantes del Ministerio de Educación. Sin embargo, no se obtuvo respuesta de ninguna autoridad hasta el cierre del reportaje.
La psicóloga Ruth Castillo atiende en un pequeño consultorio del Servicio de Madre Adolescente del Hospital San Bartolomé. Tiene una voz suave y el trato de una mamá cariñosa, características tremendamente valiosas para lograr que sus pacientes se abran en consulta y se dejen ayudar.
“Muchas llegan con un desánimo terrible, han perdido el placer por la vida. Hay que evaluarlas y atenderlas rápidamente para evitar que entren en una depresión moderada. Algunas tienen pensamientos suicidas, se preguntan para qué están aquí. Los cambios hormonales las afectan tremendamente. Algunas vienen con el padre de la criatura, quien no colabora mucho, y en otros casos hay ausencia del padre. Entonces vemos que su entorno es, básicamente, la madre; es decir, quien se convertirá en la abuela”.
Y en ese camino, advierte Castillo, podrían estar a merced de una madre que las castiga por quedar embarazadas o las obliga a perseguir al marido para que se haga cargo de la criatura.
“Recuerdo a dos jovencitos que hasta ahora me visitan. El padre era consumidor (de droga) y la madre muy jovencita. Ambos tienen el apoyo de sus padres, pero a este joven de vez en cuando le daban ganas de consumir nuevamente, porque no siempre tenía trabajo y la pareja lo amenazaba y le decía muchas cosas. Entonces, me dice, ‘yo siento que quiero regresar al pasado a hacer lo mismo, pero tengo a mi bebé que me da fortaleza’, y eso no le permitía retroceder. Ambos tenían entonces 17 años”.
La vida de los padres adolescentes es muy compleja y requiere de pautas, paciencia y enorme apoyo para salir a flote.
“Yo saco dos muñequitos y les digo que son ellos. Papá y mamá se han conocido y enamorado y producto de eso van a tener a su bebé. Les pregunto, ¿este bebito pidió venir al mundo?, ¿el bebé dijo ‘quiero venir, estar acá’? Trato de hacerles reflexionar para que se vayan acercando y aceptando la situación sin culpas, con mayor tranquilidad. No es fácil”.
Ella trabaja en la receptividad emocional de la madre hacia su bebé, en hacerle entender que ya percibe el mundo a través de ella; que, si está feliz, la criatura también lo será.
“Trabajamos la terapia del vínculo porque la adolescente gestante viene cargada de tantas emociones sin procesar, con mucho miedo. Les ayudo a que no se desesperen y que persistan en las metas que se han trazado en la vida para que, más adelante, cuando su niño crezca, le puedan contar la historia de lo difícil que fue todo, pero que asumieron la responsabilidad y han podido lograr lo que se propusieron y ahora sus padres son lo que son gracias a su esfuerzo y dedicación”.
La psiquiatra Giovany Rivera, del Hospital Víctor Larco Herrera, refiere: “El embarazo y el cambio físico del crecimiento del abdomen es solamente romántico en las fotos de portadas porque el resto del tiempo hay dolor, estrías, incomodidad, dificultad para dormir, comer, sobre todo cuando tu cuerpo es más pequeñito y no estaba listo para esto”.
El estrés será mayor si es un embarazo no deseado y encima castigado por la mirada de los otros.
“El soporte social es fundamental para guiarlos y ayudarlos. Si los adolescentes están solos van a querer salir corriendo, huyendo. Tú te imaginas a dos adolescentes enfrentando la enfermedad de un hijo, donde se echan la culpa mutuamente. Es un caldo de cultivo para el conflicto. Hay que explicarles que si se enferma es por este motivo, diciéndoles que pueden hacer algunas cosas mejor. Hay que rutearlos un poquito, porque la maternidad y la paternidad en los seres humanos no es tan instintiva y simple como ocurre con el resto de las especies animales. Requiere de guía, de pautas, y para eso la red social es vital”.
Reconoce que el embarazo adolescente no está dentro del plan de ningún padre y ante una noticia de este tipo aparece el caos. Ofrece estas recomendaciones:
No es una sentencia de fracaso
“Si acepto que esa situación ya ocurrió, que viene un nieto en camino, entonces me centro un poco en despejar las expectativas que yo tenía. No pretendo que los abuelos brinquen en un pie, pero debemos hacerlos conscientes de la necesidad de un plan para apoyar a su hijo”.
Sin embargo, deja en claro que apoyo no significa cero responsabilidades.
“Si yo quiero hacer una tarea por ti, escribir, dibujar, pintar, un rol en el trabajo, la que sea, ¿qué implica eso? Implica que yo no creo que tú seas capaz y por eso quiero hacerla por ti. Cuando los padres aceptan que están avasallando a sus hijos, anulándolos, pueden dar un paso al costado. Hay que ayudar en este proceso, pero enseñándolos a criar”.
Recuerda a los padres que el castigo no sirve de nada y que lo que se requiere son pautas y comprensión: “Si cualquier padre de familia puede ir a una reunión social con el apoyo de la familia, ¿por qué un padre adolescente no podría?”.
“Aunque el adolescente se vuelva padre, de vez en cuando debe tener alguna actividad propia de su adolescencia. Cuando un ser humano se salta etapas después las quiere recuperar, así que lo mejor es que procuremos vivir las etapas cuando nos toca”.
Aconsejó buscar ayuda profesional para transitar mejor por esta experiencia casi nunca planeada, agregando que “hay miles de ejemplos de padres que son extraordinarios y tuvieron tempranamente a sus hijos, y que esto no es una sentencia de fracaso de ninguna manera”.
Patricia Bravo, integrante del equipo técnico de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Minsa: “Está demostrado que el 40 % de los adolescentes que acceden a educación sexual integral retrasa el inicio de las relaciones sexuales. Los chicos saben que no es una cosa fácil, que no es una cosa en juego, sino algo muy serio. La educación sexual es vital, porque no solamente nos va a ayudar a prevenir el embarazo en adolescentes, ayuda a que los chicos fortalezcan su autoestima y puedan tomar decisiones, trabajar en ellos, evitar esa presión de grupo que muchas veces existe a esa edad y que hace que los adolescentes cedan a cosas que no desean en realidad”.
Hugo González, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Perú: “Lo que dice la evidencia es que funciona la combinación de varias intervenciones: acceso a métodos anticonceptivos, educación sexual integral e identificación de situaciones ante las cuales los chicos, especialmente de 10 a 14 años, podrían estar siendo sujetos de un acoso o abuso sexual. Es muy importante que se envíen señales claras sobre la persecución del delito y la restitución de los derechos de las niñas y adolescentes abusadas sexualmente, para que la misma sociedad y sobre todo los perpetradores de estos delitos entiendan que eso no será permitido”.
Doctor Edy Vera, jefe del Servicio de Madre Adolescente del Hospital San Bartolomé: “El Ministerio de Salud debe articular con el Ministerio de Educación y con los otros actores del Estado para que esto se convierta en un tobogán de información, para que no se detenga el acceso a métodos anticonceptivos. ¿De qué sirve que haya una oferta de métodos si no hay información sobre educación sexual y, cuando llega, se diga que es malo? Hay que trabajar para que las adolescentes que ya tuvieron un bebé usen métodos de planificación y no vuelvan a quedar embarazadas por todos los riesgos que eso implica. Lamentablemente, las que se van con la pareja no regresarán por una consejería y tendrán un nuevo hijo”.
Luis Almeida, jefe del Servicio de Atención Integral a la Adolescente del Instituto Nacional Materno Perinatal: “Este es un problema nacional en el que toda la sociedad debe intervenir. Primero, la familia, para crearles a los niños y adolescentes una buena autoestima y hablarles de salud reproductiva, sin culpas, porque se trata de algo completamente normal. Los docentes deberían hablares a los chicos de salud como un factor protector. Nadie quiere estar enfermo de gonorrea, sífilis, VIH, infecciones que pueden estar en un inicio temprano de la actividad sexual; además del embarazo adolescente. Es fundamental que se preocupen por generarles un proyecto de vida, así ellos se van a cuidar para no truncar sus sueños”.