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Brújula

El Cani Cruz



Sobre las faldas del cerro San Cristóbal, en Chongos Bajo, a media hora de Huancayo, existe la primera iglesia del valle del Mantaro edificada en el siglo XVI. Al frente, como mudo testigo de la historia, permanece en pie el “muro de los lamentos”, símbolo del oscurantismo de la Inquisición. Quizá por ello los pobladores de este lugar tienen arraigadas costumbres católicas y un marcado sincretismo religioso. Con la llegada de los españoles por estas tierras se instaló la primera iglesia, centro de operaciones de los extirpadores de idolatrías. Se le llamó Del Copón porque en su interior se encontró un cáliz de oro. El gélido viento de este lugar nos invita a retroceder cientos de años en el tiempo para encontrarnos con decenas de indígenas parados en los exteriores de este templo para escuchar la tradicional liturgia dominical que se oficiaba desde el balcón exterior de la capilla y excluía de su recinto a todo aquel que no poseía sangre española.

El suelo empedrado que rodea al Copón se conecta con una pequeña plaza donde se alza una imponente piedra. Se trata del famoso “muro de los lamentos”, situado en medio de este centro conocido como la plaza de la Inquisición. Paredes desgastadas ubicadas a su alrededor forman parte del paisaje de este lugar donde los indios “herejes”, aquellos que se resistían a aceptar la fe católica, eran flagelados en acto público como señal de castigo y símbolo purificador para expiar culpas.


Los colores de la devoción Pero si la fe fue impuesta en este lugar, no sorprende que a escasos kilómetros encontremos un sitio de gran devoción cristiana: el Cani Cruz.
Este peculiar paraje lleno de energía, color y devoción congrega diariamente a cientos de fieles que muestran respeto, admiración y agradecimiento al Señor de Cani Cruz, una doble cruz de piedra que posee las imágenes de Cristo y de la Virgen del Rosario. Hasta aquí llegan decenas de devotos para encender llamativas velas de colores en señal de veneración. En medio de los fieles congregados alrededor de la cruz se abre paso Nelly Castillo. Prefiere dejar atrás el gentío y sentarse a un costado para pedir la mediación del Divino. Desde hace siete años, Nelly recorre la distancia que separa el centro de Huancayo con Chongos Bajo para encender algunas velas y elevar una oración “al Señor milagroso”.

“Hoy vengo a pedir por mi nietita; ella tiene un problema que debe solucionar y sé
que solo el Señor de Cani Cruz la puede ayudar. Sólo ofrézcale una oración, encomiéndese a él y verá como la ayuda”, asegura Nelly. Pero la fe también tiene sus reglas y la recompensa solo aguarda a aquel que la siga cuidadosamente; al menos eso reza la creencia popular: “Si vienes un jueves, entonces debes seguir viniendo todas las semanas el mismo día. Al cumplir siete visitas, debes ir a la colina de Viscos, ubicada a una hora de caminata, y allí debes rezar a las tres cruces. Si no puedes caminar, debes ofrecer una misa y una ofrenda para que tu milagro se pueda concretar”, enfatiza doña Nelly. Singular admiración provoca la variedad de colores y formas de las velas que los fieles encienden: rojas, amarillas, verdes, azules, blancas y negras; cilíndricas, cuadradas, piramidales y hasta con el símbolo del dólar.
Cada una de ellas representa un pedido particular, pero todas tienen un mismo objetivo, ofrecerlas a la cruz. Y es que los devotos son fieles a la tradición del Cani Cruz, que con el tiempo ha mutado y agregado costumbres. Hoy los colores de las velas reflejan la clase de favor para la cual se pide intermediación. Además, los asistentes aseguran que en la forma que adopta la cera al derretirse se encuentra escrito el futuro. Por esta razón, una vez consumida la vela, los devotos llevan presurosos la cera derretida a los maestros “videntes”, que afirman leer en ellas el designio del Señor. Esta creencia, poseedora de una dualidad particular, da pie a un sincretismo en que lo cristiano y lo pagano se fusionan en una sola tradición.


:::Elaborado por: Karem Santos / Gisella Salmón
:::Agradecimiento: PromPeru