LITERATURA

Ciudad trágica
Texto: Mario Suárez

Arequipa es el telón de fondo indicado para la puesta en escena de la Nación surgida al fragor de la Conquista y la Colonia. El mestizaje abarca la posibilidad de hacer viable el proyecto de nuestro país, según Ciudad trágica, novela de Francisco A. Loayza.

Para reemplazar al gobierno de los Incas, se fundó otro a base, únicamente, de pechos, de gabelas, con los nombres de encomiendas, repartimientos, mitas, obrajes. Pechos y gabelas que, hundiendo a los conquistados, preparaban la ruina de los conquistadores.

Francisco A. Loayza

En su trabajo sobre la novela peruana, Mario Castro Arenas refiere la tercera década del siglo pasado como una etapa de resurgimiento para la novela histórica y al “relato” Ildefonso (1924), de Carlos Camino Calderón, como el primero de este resurgimiento. Lo cierto es, como sostuve en el artículo de la semana pasada, que la publicación de textos de género histórico era ya constante. Teresa González de Fanning, Pedro Dávalos y Lissón o José Vicente Larraburre, entre otros, van cimentando esta constante.

Este “resurgimiento” es, en parte, consecuencia de las celebraciones por el centenario
de la Independencia. Entre 1921 y 1924, los concursos pusieron de “moda” los
temas históricos como Por la estirpe (novela colonial), de José Félix de la Puente; o Tiempos de la Patria Vieja (1926), de Angélica Palma.

En 1924, al margen de la moda centenarista, Aguirre Morales lanzó la primera parte
de El pueblo del Sol. En la década siguiente continuó la producción de estos textos y en
ella encontramos a un autor casi desconocido: Francisco A. Loayza (1872-1963).
FRAY K. B. ZON Loayzafi gura en los manuales como historiador
y periodista. Como historiador, lanzó la hipótesis del origen japonés de los primeros
peruanos en su libro Manko Kapac (1926).

Años después, sostuvo en otro libro que los chinos llegaron a América antes que
Colón. Como periodista, fue fundador de la revista Fray K. B. Zon. Sánchez lo define
como “furioso anticlerical y de los más vehementes discípulos de González Prada”.
En su bibliografía figuran dos títulos de ficción histórica: El Inka piadoso y justiciero
(1934); al año siguiente, publicó en Barcelona Ciudad trágica. En esta edición
se anunció “para publicarse” tres novelas históricas, una sobre el "Demonio de los
Andes" y otras dos que, por el título, formarían una trilogía con la publicada: Ciudad
Imperial (Cusco) y Ciudad amnésica (Lima).

Ciudad trágica se ambienta en la Arequipa del siglo XVI. Las otras tres novelas anunciadas nunca se publicaron.

ERUPCIONES VOLCÁNICAS

Ciudad trágica es una novela alegórica y en esa clave hay que leerla. Del Loayza historiador no hay que esperar una minuciosa reconstrucción de época. Inclusive lo que el autor denomina “matrices históricas”, que es una breve recopilación de las fuentes utilizadas para justificar la veracidad histórica de la novela, está al servicio de la función
alegórica del texto.

La novela comienza con la llegada al Perú de Francisco de Toledo a fines de 1569. Este hecho, el terremoto de 1582, la epidemia de viruela de 1589 y la erupción del volcán
Huaynaputina en 1600 son las coordenadas históricas de la novela.

Las referencias a la figura de Toledo aluden a muchas cosas a nivel extratextual: con su gobierno se inició la institucionalización del macrosistema de explotación que fue la Colonia. A partir de Toledo, la conquista ya es pasado. Se implantó la Inquisición
como nueva forma de poder y se desarticuló al imperio quechua. Simboliza, en resumen, el inicio de una nueva época.

La novela, lo textual, es el planteamiento de los problemas a los que nos enfrentamos
como grupo social al inicio de esa nueva época, así como la propuesta de una solución, que tiene la intención de ser extrapolable al presente del autor, ya que, según su visión, esos problemas son al menos semejantes. Varios historiadores coinciden en que a partir de 1930 empezó a gestarse en el Perú una serie de procesos históricos que alterará de manera profunda el tipo de sociedad heredado de la República
aristocrática y el oncenio. En 1935, fecha de su publicación, ya estaban en marcha.

LA PLATA QUE SANGRA

Colonia es sinónimo de explotación y la explotación está representada por Sarachaga,
español de origen dudoso. Calificado de “instrumento ciego e incondicional de las
autoridades”, va medrando como intermediario en negocios turbios, cazador de
negros fugitivos o conductor de mitimaes.

Logra una fortuna que amplía al casarse con doña Clara, la joven y virtuosa hija del
cacique de Islay y heredera de su fortuna.

Un día, al llevar a fundir las piñas de plata para convertirlas en barras, de una
de ellas, al ser golpeada por el cuño, brota sangre. Del matrimonio de ambos nace
Magdalena.

Roque Negrete es otro español, ha hecho fortuna con los mitimaes en sus minas
del Potosí. Libertino, ambicioso y soberbio, traba amistad con Sarachaga para convertirse en su socio, sociedad refrendada por el mutuo acuerdo de matrimonio de sus hijos Magdalena y Damián, quien adolece de los mismos defectos del padre.
Pero el escogido por el corazón de Magdalena es Cristóbal. Su padre, don Ramiro,
es un terrateniente español que encarna todas las virtudes hispánicas y que ha logrado
que sus tierras sean las más prósperas de la región gracias al buen trato que dispensa a los indios y al respeto de sus costumbres.

Su madre, que muere al dar a luz a Cristóbal, era descendiente de la nobleza cusqueña.
Machupuma, el “indio viejo”, vive de hacer recados y el autor lo define como perteneciente a la ciudad “como el volcán, la iglesia o la calle”. La Compañía de Jesús
como institución y el padre Ramón como “verdadero cristiano” de la disciplina de la
orden son personajes importantes.

La posibilidad de un matrimonio entre Magdalena y Cristóbal crea un conflicto de
intereses. Peligra la sociedad pactada, haría perder a la Compañía la herencia de la novia (a quien intenta convencer para que haga votos de novicia) y, si fuera así, una merma al erario, que preocupa al gobernador. Sarachaga intenta imponer su autoridad, su socio lo presiona para que cumpla con lo pactado, la Compañía amenaza con enviar
a la Inquisición unos documentos que comprometen a Negrete y al gobernador si no
desisten en apoyar la primera opción.

Así las cosas, Sarachaga decide matar a Cristóbal y para ello le tiende una emboscada,
de la que sale ileso gracias a la intervención de Machupuma. Enfermo de viruela y en trance de muerte, pide perdón por las intrigas y el intento de asesinato.
Los novios pueden casarse llevándose al viejo indio a vivir con ellos.

ADÁN Y EVA DEL MESTIZAJE

Si la Colonia, con toda su crueldad, es una realidad ineludible y ha de ser una de las
bases para una nación futura, el autor propone con el matrimonio de Magdalena y
Cristóbal un mestizaje moral. La novia es el resultado de la unión de un “español malo”
y una “india buena” y rica; el novio lo es de un “español bueno” y una “india noble”.
Ambos son “los primeros mestizos” y en sus “genes morales” están latentes todo lo
“bueno” y lo “malo” que significa la unión de dos sangres. Los futuros mestizos, sus
hijos/la nación deben procurar cultivar lo mejor de cada herencia, sin olvidar la raíz
indígena simbolizada en Machupuma, que se queda a vivir con la joven pareja. Eso ve
venir el autor a mediados de la década de 1930, cuando la migración interna hará coincidir al “Perú profundo” con los descendientes de la República Aristocrática.

 

 


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25/02/2008
 


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