En cuatro décadas de labor, el profesor Enrique Matto Muzante ha demostrado que enseñar y aprender matemáticas es lo más sencillo del mundo. Basta fi jarse en lo concreto. Este año, su método se difundirá en colegios de Chincha, El Callao y Ayacucho y la OEA analizará su sistema para que se enseñe en todo el continente.
Basta con tres cajitas de palitos de fósforos para aprender las matemáticas, les dijo Enrique Matto Muzante hace 40 años a un grupo de padres de familia del distrito de Calango, Cañete. Les dijo eso, y que no les enseñaría a sus hijos a contar más sólo hasta el número 19.
Naturalmente, los padres miraron al nuevo profesor como bicho raro. Porque ellos, como usted y yo, hemos crecido haciendo planas de números. En primero de primaria, escribiendo hasta 99; en segundo, hasta 999; y así, sucesivamente. Los padres aceptaron. Tal vez resignados.
Tal vez humillados. Porque ese tal profesor Matto, que había llegado recién egresado de la universidad La Cantuta, les preguntó si sabían sumar rápido y sin papel 99 + 98 y todos respondieron que no. Si confi aban en él, les prometió que sus hijos aprenderían a sumar y restar con números de a dos cifras, cosa que hasta los alumnos de sexto grado, sufren.
Eso sí, les pidió que en vez de botar, guardaran los palitos de fósforos. Con tres cajitas serían sufi cientes. Así, con sólo 10 palitos, los niñitos sabrían qué es una de cena; luego a restar y sumar.
El creador de los libros Zigma y Lalito recuerda la anécdota con cariño, porque la incertidumbre y luego el asombro de ver los resultados ha sido el mismo. Primero,
cuando el profesor huachano enseñó por 25 años en escuelas del magisterio y después, dictando talleres desde su empresa, ya todo un autor consagrado.
"En matemáticas lo que cuenta es la noción y lo concreto. La teoría y la definición
no valen. Mi método se sustenta en la objetividad. A usted y a mí nunca nos enseñaron a pensar, sino puras reglas. Se siguen enseñando como en el virreinato", dice.
SABIDURÍA DE LOS POBRES
El profesor recuerda que todo niño a los tres años tiene la noción de la mitad. Y los
pobres, más, porque los hermanos aprenden a compartir una fruta o un pan entre
dos. "Es la sabiduría popular".
Para Matto deberíamos aprender de los campesinos. Su padre era uno de ellos.
Sólo cursó estudios primarios, pero le hacía calcular mentalmente el número de tallitos de yuca necesario para sembrar en una "raya". Su padre le enseñó a calcular mentalmente o comprar el pan y dividirlos entre él y sus siete hermanos según la
edad: tres panes para los mayores, dos para los intermedios y uno y medio para los más chicos.
"La matemática objetiva está en la sabiduría popular, de gente que no ha ido al
colegio. Los ambulantes operan muy bien y rapidísimo, mentalmente, sin calculadora.
Y sus caseros no dudan, saben que el monto es el correcto".
Si este conocimiento está en el pueblo, la labor de los profesores es reforzar la noción de lo concreto, dice Matto. Significa enseñar antes que el número, lo que éste representa. Que una sustracción no es "quitar" y "prestar" o que no debe escribirse
los números resultantes de atrás para adelante, sino cómo son en la realidad.
Y Matto, dando la contra a lo que dicen tradicionalmente los libros, ha ganado
prestigio.
FRACCIONES Y CARENCIAS
La leyenda del "método Matto Muzante" ha cruzado la frontera. Algunos profesores
de Arica (Chile) llevan sus libros Zigma para sus alumnos.
Hace dos años, el profesor saltó a la fama por una serie de reportajes televisivos
que mostraban cómo niños de primaria de colegios particulares y estatales de Lima
aprendían con su método a dividir en segundos, por ejemplo: 368 ÷ 99. A aprender
a sumar, multiplicar, restar.
Otra arista del método lo constituyen unos círculos mágicos transparentes,
divididos en fracciones, medios, tercios, cuartos, sextos, octavos, que los alumnos
superponen y aprenden sin fórmulas. Así, entienden que para sumar fracciones, por
ejemplo, no se necesita "convertirlas" bajo un mismo común divisor; basta con tener
la noción de lo concreto y "ven", al superponer que 2/4 se transforma en un ½, etc.
Al maestro Matto le duele que el Perú ocupe el penúltimo lugar en el mundo en
Razonamiento Matemático, según un estudio de 1999. "El culpable es el maestro,
porque si no razona, no podrá enseñar a sus discípulos a hacerlo. Otra razón es el
uso de la famosa teoría de conjuntos.
"En todos los países del mundo, en la escuela primaria no se enseña teoría de conjuntos. Y en el Perú, por ignorancia, lo siguen haciendo". El maestro empezó a publicar en 1981 su famoso libro Zigma y desde 1986 participa en los Congresos
Mundiales de Educación de las Matemáticas (ICME).
Ese año fue hasta Hungría para aprender más acerca de la teoría de conjuntos y aplicarla. Grande fue su decepción al enterarse que su enseñanza se había erradicado en muchos países avanzados una década atrás. Se había experimentado con el método desde 1944 y se comprobó que el alumno sabía menos matemáticas que antes. Que se
debía usar la teoría de conjuntos recién en secundaria, cuando el niño lograba
mayor capacidad de abstracción.
"En el Perú se introdujo la teoría de conjuntos en 1982, en quinto y sexto grado
como Matemática moderna. Recién en 1996, se la sacó y se mejoró el programa, incluyendo más bien mucha geometría, probabilidades y estadísticas. En esta década
se volvió con el tema. Hoy seguimos igual.
Tenemos un atraso enorme. Porque todo es simbología, nada concreto. El alumno llegará a la abstracción por el razonamiento, pero es gradual", se molesta.
También jala las orejas a los asesores del Ministerio de Educación y a los de más
autores peruanos de libros de matemáticas: nunca los ha visto en los ICME. Espera
este año verlos en el congreso en Monterrey, México.
y "prestar" al otro, y eso muchas veces el alumno no entiende. Dice Matto que aquí hay otro problema: tanto el castellano como el inglés dificultan el aprendizaje matemático del
niño, pues se dice once, doce, trece, catorce y quince, en lugar de decir diez y uno, diez y dos..., como diecisiete o diecinueve.
Sería lo lógico para aprender a sumar más rápidamente números de dos cifras. "Ese error del lenguaje lo superaron los países asiáticos", cuenta mortificado el profesor. Los maestros van en masa a los talleres de Matto, entienden, pero se les hace difícil aplicarlo, cambiar su propio disco duro. Ya están esquematizados. En cambio,
en los talleres, donde siempre pide la presencia de alumnos, los alumnos apren-den muy rápido. Eso lo enseñó la semana pasada en unos talleres organizados por
el gobierno regional de Ayacucho.
"En todo momento hay que mostrar a razonar". El maestro también ha enseñado en universidades y le daba pena cosechar la mala educación que recibieron miles de personas: saben de paporreta las fórmulas, pero no pueden demostrarlas lógicamente. Así que igual que a sus alumnos de primaria, Matto les hacía sacar una hoja en blanco, cortarla, darle forma de cuadrado, por ejemplo, y replantear las preguntas ¿siempre dos rectángulos exactamente iguales forman un cuadrado? El ingreso a las universidades
sería más fácil y no habría tanta gente estudiando carreras de letras por una fobia
casi innata a los números.
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