Nº41
15 de octubre de 2007


 
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Texto: Ermesto Carlín


Desde hace poco La cuarta espada, el último libro de Santiago Roncagliolo, está circulando en las librerías peruanas. En él aborda
uno de los episodios más difíciles de la historia reciente del Perú: Abimael Guzmán y su movimiento terrorista Sendero Luminoso.

Su particular forma de abordar este tema le ha valido ya algunas críticas. En esta entrevista responde a ellas y comenta sobre su trabajo de investigación.

¿Qué es lo que más le llamado la atención en su investigación sobre
Abimael Guzmán?


–Son dos cosas. El que nunca llora. Ni sus hermanos, ni Elena Iparraguirre, ni los militares ni nadie recuerda haberlo visto llorar. Lo otro que me extraña es como él no se concibe fuera de Sendero Luminoso. No cree que haya tenido una vida personal ni nada que merezca decirse fuera de Sendero Luminoso. Incluso nunca usa el "yo", siempre usa el "nosotros". O se refi ere a sí mismo con el nombre de los órganos del partido que él dirigía. Casi como queriendo desaparecer como individuo dentro de su organización terrorista. organización terrorista.

Cuenta en su libro que el diario El País titula un artículo tuyo sobre Abimael como "El loco más peligroso de América Latina", lo que le generó problemas con sus fuentes. ¿Está en contra de este titular?

–El editor hizo su trabajo, buscar un titular interesante y no preocuparse de mis fuentes. Yo tuve que desmarcarme de ese
titular porque perdí fuentes, entre ellos los suegros de Guzmán.

¿Pero ese titular refleja lo que piensas sobre él?


–Yo no pienso que esté loco, en realidad. Creo que cuando decimos que está loco es una forma de evitar pensar qué hay más allá. Cuando uno está loco, ya las cosas no son de tu responsabilidad, son algo natural. Pero Guzmán tenía un sentido de la realidad y de
la estrategia muy agudo. Y como no estaba loco, es responsable de sus actos y merece una pena de cárcel y no un tratamiento.

¿Cuál es la relación entre Abril rojo y este libro?

– Yo escribí primero Abril rojo. Pero algo me decía que la historia real era más escalofriante de lo que me podía imaginar. Abril rojo fue un empujón de interés hacia este libro.
En ambos libros narras la historia de una mujer que busca en las quebradas a su hijo desaparecido.

¿Esto lo tenías desde antes?


–Recuerdo esa historia de cuando trabajaba en la Defensoría del Pueblo. Yo tuve que entrevistar a esta mujer. Es curioso cómo la violencia del terrorismo alimentó a la del Estado, y la del Estado alimentó al terrorismo.

Desde la perspectiva de los civiles, los dos extremos, lejos de ser enemigos, se hacían el juego y justificaban su existencia
mutuamente.

¿Cuál considera más personal, Abril rojo o La cuarta espada?

–Yo prefiero este libro a Abril rojo. La violencia en mi anterior novela era ficticia, la iba descubriendo conforme iba investigando los crímenes. No tenía que encararlo tan directo. En cambio, en La cuarta espada todo lo que cuento es real. Creo que es mi
mejor novela porque es real.

¿La consideras novela?

–Es una novela en el sentido de A sangre fría de Truman Capote. Pero no es un libro periodístico de actualidad. Cuenta una historia que puedes leer aunque vivas en Birmania o Rusia, pues te habla del poder y la violencia. Si todos los personajes fueran ficticios, seguirían funcionando igual.

¿No consideras que comparar el uso de la ideología de los senderistas con la fuerza de Luke Skywalker es banalizar el tema?


–No, son ejemplos didácticos. Yo no escribo sólo para un público peruano. Mis libros se traducen a unos doce idiomas. Necesito que sea muy claro qué es lo que pasó.

Necesito usar referentes de cultura popular, muy simples y directos. Precisamente para que no se banalice, para que se lea la intensidad
de lo que ocurrió.

¿Seguirás tratando el tema de la guerra interna?

–No, éste es el último. Yo siempre digo que la terapia ha terminado. Ha sido un trabajo muy personal porque también ha sido mi historia. Es una historia personal.

En el libro dices que lo escribes por dinero y se te ha criticado de oportunista.

¿Qué contestas a eso?

–Lo que me interesaba decir en ese párrafo era exponer qué era lo que podía vender a un gran periódico (El País de España).

El dinero no era lo que me interesaba, que no era mucho. Lo importante al principio de esta historia era publicar un reportaje en un gran periódico. Cuando tienes una reunión con el editor de un gran periódico no tienes mucho tiempo ni muchas opciones. Debes
tener una buena idea. Yo era peruano, así que no tenía posibilidad de ofrecer temas españoles. Había sido el 11-M, entonces había
interés en el terrorismo. Así es cómo empezó la historia y está dicho en la página 23 del libro. Las restantes doscientos cincuenta páginas se dedican a ver cómo no era una rutinaria historia de trabajo. Me gustaría que los críticos se leyeran el libro entero antes de criticar, es un mínimo de educación.

Se repite siempre que tú afirmas que recién se está haciendo literatura sobre la guerra interna.


–No, eso no lo he dicho nunca. Hay literatura sobre la guerra interna desde los años ochenta. Lo que ha cambiado, creo, es la actitud del Perú, y en particular de Lima. Creo que la gente durante los años 90 no quería ver, no quería mirar, lo tenía muy fresco. Hay una población ávida por saber que ya se siente más segura. Pero durante
muchos años ha habido escritores tratando este tema, como Luis Nieto Degregori, Óscar Colchado y Miguel Gutiérrez.



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