CRÓNICA

Inspiración regional

Texto: Jesús Raymundo

En las manos del artesano Roger Meyhuay Montes, la panca es como la arcilla del alfarero: tiene la capacidad de diseñar lo que la creatividad dicta. A través de muñecos
elaborados con este material, transmite la vitalidad de personajes que en los campos
siembran la vida, o de aquellos que con sus instrumentos musicales encienden la algarabía. "Además de los músicos que tocan sus quenas, arpas y tambores, lo que más impacta al público son las muñecas de paisanitas que cargan a sus hijos o la leñita,
o las que bailan muy alegres. Con mi arte transmito detalles reales de nuestra zona
marcados por la identidad", comenta.

Si bien la panca es comúnmente conocida por su color hueso, la particularidad de las que crecen en Tarma es su variedad de colores, como morados y marrones, con
las que el artesano recrea las prendas de sus personajes. "Como pocos, nuestro producto es económico, original y representativo", añade.

DESPERTAR DEL ARTE

Si bien hoy produce principalmente muñecas de panca, Roger Meyhuay Montes se inició con la cerámica, a los siete años. Eran tiempos en que el terremoto que sepultó en 1970 al pueblo de Yungay (Áncash) había dejado en la orfandad a muchos niños. En su caso, aunque su familia había sobrevivido, no podía realizar sus labores porque se encontraba grave de salud.

En aquellas circunstancias se creó un centro artesanal respaldado por financiamiento
internacional. Allí, el pequeño Roger, obligado por la necesidad, se animó a estudiar cerámica. Así conoció a un profesor alemán que introdujo la tecnología del torno a pedal, que después lo innovó con un motor. "Él se quedó impactado de nuestro arte porque fabricábamos a pulso jarrones y porongos grandes, que los preparábamos
pedazo a pedazo".

A los 20 años viajó a Tarma, donde continuó trabajando con la arcilla, la que
descubrió en algunas minas aledañas. "Tarma es un potencial porque tiene materia
prima para el arte popular. Sin embargo, solo se le conoce por sus tapices, especialmente en fiestas religiosas".

Por aquellos años, una de las que creía en su talento era Giovana Soto Tisnado, con
quien ya lleva 23 años de matrimonio. Ella lo animó a continuar con su propósito de
elaborar piezas con la panca que compró en el mercado. "Cuando preparé mi primer
muñeco, me gustó mucho. En ese momento, me convencí de haber descubierto un
nuevo mercado para el arte popular. Poco a poco, el muñequito de panca se hizo conocido en mi pueblo".

TÉCNICA EN PROCESO

La materia prima se elige con sumo cuidado. De diciembre a febrero –temporada en que se cosechan los mejores choclos–, Meyhuay Montes se abastece de gran cantidad de pancas para trabajar durante el resto del año. Luego de separar las pancas de los choclos, las deshidrata exponiéndolas al intenso sol andino durante tres horas, para después conservarlas en cajas de cartón.

Su técnica es sencilla. Primero diseña un armazón de alambre con el modelo elegido, y enseguida lo cubre con las pancas seleccionadas, sujetándolas con hilos rústicos. Dependiendo del motivo, le incorpora instrumentos musicales en miniatura, sacos de papa confeccionados con tela, entre otros elementos. Finalmente, ubica las figuras de panca en sus bases de madera y las barniza "al natural" para protegerlas de las polillas. El público que lo visita se impresiona a primera vista con los muñecos. "Los turistas siempre los fotografían para llevarselos como recuerdos. Pero les digo que en lugar de llevarse imágenes por qué no compran uno. Entonces me preguntan por el precio y se sorprenden por su valor. Incluso, me han dicho que estoy regalando mi arte".

Su esposa, quien se encarga de vender las piezas en las ferias, resalta que con la venta de los muñecos cubre gran parte de las necesidades básicas para toda su familia. Sus hijas mayores, de 20 y 18 años, estudian en la universidad, y el menor, de 6 años, lo hace en una institución educativa. "Nada nos falta, felizmente. Vivimos en armonía y con mucho respeto entre todos", comenta.

Ella también participa en la deshidratación y conservación de la panca, además de preparar los instrumentos musicales y los detalles que completan a los personajes.
En sus ratos libres, sus hijos cortan la madera que sirve de soporte y clasifican las
obras artísticas. La familia ha sido unida no solo por el amor sino también por la creatividad.

SUEÑO COMPARTIDO

En Tarma aún hay mucho por construir. El artesano de las pancas está convencido
de que su técnica es capaz de reafirmar la identidad de su pueblo y convertirse en
una forma de vida para alcanzar el desarrollo. Desde hace varios años comparte su
experiencia con alumnos de la institución educativa Niño Jesús de Praga. "No quiero
que Dios me lleve con todos mis secretos. Deseo dejarles mis enseñanzas a los jóvenes
para que sepan valorarse más y mejorar sus vidas".

En sus manos, la panca también puede inspirarse en los milagros del soplo divino.
Con una dosis de talento, el hombre es capaz de saludar a la felicidad.

 


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17/12/2007


 


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