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La información como mercancía

NUESTRO oficio comenzó a cambiar como
consecuencia de la revolución tecnológica,
que permitió transmitir la noticia de manera
fácil e inmediata. Los canales electrónicos
hicieron posible que las noticias viajaran rápidamente y sin problemas de un lugar a otro del mundo, en una transformación radical: hace
décadas, lograr que en el periodismo la noticia
llegara a su destino final era en sí el tema para
una crónica. Egon Edwin Kisch, corresponsal
checo-alemán de principios del siglo XX, un clásico de nuestra profesión en el ámbito mundial, escribió en sus memorias que el trabajo de enviar la noticia resultaba en ocasiones más fascinante que el reportaje mismo. Con la revolución tecnológica,
este tema dejó de existir.
Pero, hay una segunda razón para el cambio
de nuestro oficio, acaso fundamental: que la noticia se convirtió en un buen negocio. Este acontecimiento tiene suma importancia, ya que al descubrimiento del enorme valor económico de la noticia se debe la llegada del gran capital
a los medios de comunicación.
Normalmente, el periodismo se hacía por ambición o ideales, pero de repente se advirtió que la noticia era negocio, que permitía ganar
dinero pronto y en grandes cantidades.
Ello cambió totalmente nuestro ambiente de trabajo.
Cuando el gran capital llegó a nuestra profesión configuró redes de comunicación masiva que dividieron el campo de la noticia en dos sectores desiguales: los grandes multimedia y los pequeños medios marginados. La dirección de esos grandes multimedia quedó en manos de personas que no venían del periodismo ni se interesaban en esta profesión, sino que la veían como una mera herramienta, un instrumento para obtener ganancias elevadas y rápidas. Por eso, los reporteros carecen de un lenguaje común con las cabezas de los medios, administradores de negocios que ni siquiera dominan el vocabulario del oficio.
Eso creó una brecha entre los dueños y erentes
de los medios y nosotros, los periodistas, porque ellos persiguen otros intereses y objetivos.
Hoy, al cronista que llega de hacer una cobertura
su jefe no le pregunta si la noticia que trae
es verdadera, sino si es interesante y si la puede vender. Éste es el cambio más profundo en el mundo de los medios: el reemplazo de una ética por otra.
Nuestra profesión siempre se basó en la búsqueda de la verdad: el valor de la noticia o del texto era dar cuenta de la verdad. Muchas veces, la información funcionó como un arma en la lucha política, por la influencia y el poder. Pero hoy, tras el ingreso del gran capital en los medios masivos, ese valor fue reemplazado por la búsqueda de lo interesante o lo que se puede vender.
Por verdadera que sea una información, carecerá de valor si no está en condiciones de interesar a un público que, por otro lado, es crecientemente caprichoso.
Así se ha trivializado el valor de la palabra. El
problema actual de la comunicación no es que se escamotee la verdad, sino que la palabra ya no tiene el peso de antes. En la época comunista, la prensa soviética tenía cuatro páginas y si en ellas aparecía algún artículo crítico, alguien iba a un campo de concentración. Cada palabra tenía
valor de vida o muerte. Hoy se puede escribir
sobre cualquier cosa y, en un contexto de sobreabundancia y entretenimiento, a nadie le importa.
En Polonia, la prensa escribe que un ministro
es mentiroso y nada pasa, éste sigue haciendo lo que quiere, firme en su puesto.

Una ocupación cualquiera

Ahora que la información es una mercancía
bajo las leyes del mercado, es decir, destinada a obtener una rentabilidad máxima y apuntar al
monopolio, los antiguos héroes del periodismo
fueron reemplazados, en buena medida, por un
nutrido grupo de esos anónimos trabajadores
de los medios que ya mencionamos.
Actualmente, el soldado de nuestro oficio no
investiga en busca de la verdad, sino con el fin
de hallar acontecimientos sensacionales que
puedan aparecer entre los títulos principales de
su medio.
Miles y miles de personas hoy recopilan y
hacen circular informaciones, y también se multiplicaron las escuelas de periodismo que año tras año lanzan a nuevos ejecutores de esas tareas.
Sin embargo, el periodismo ha dejado de ser una misión y muchas de las personas que trabajan en los medios lo consideran una ocupación como cualquier otra, que bien pueden abandonar para ingresar en una agencia de publicidad o ser corredores de bolsa.


Las oficinas del poder

Con los hombres de negocios en el lugar de los románticos buscadores de la verdad que antes dirigían los medios, algunos cambios se hicieron visibles a los ojos de quienes conocían desde antes las redacciones de los diarios o los estudios de la radio y la televisión.
El poder está actualmente en manos de quien
posea un estudio de televisión, un diario, una
radio. En el mundo contemporáneo, tener medios de comunicación significa tener poder. Por eso, los que se sublevaron contra los regímenes antidemocráticos en Europa y Asia no trataron de tomar las sedes presidenciales o parlamentarias, sino que fueron directamente a conquistar los canales de televisión.
Esta enorme y creciente influencia de los medios, en particular electrónicos, se ha advertido, mejor que en otro ámbito, en el mundo político, que lucha por tener más presencia en el público a través de los
medios de comunicación. Las elecciones en Estados Unidos constituyen un buen ejemplo de cómo los medios masivos influyen no sólo en la presentación, sino en el manejo de la vida política.Allí se ve con claridad de qué forma los políticos se ajustan a las demandas de los medios de comunicación y cómo esa influencia es un arma de doble filo: a veces les da buenos
resultados, y a veces malos. Es una erramienta
complicada.

Los buenos medios no han muerto

En la diversidad y la paradoja de nuestro planeta y nuestro tiempo hay, felizmente, espacio para muy buenos periódicos, emisoras de radio y programas de televisión. El periodista consciente de su labor enfrenta una competencia dramáticamente más grande que antes, es cierto; pero creo –y defiendo con energía este punto de vista– que un hombre ambicioso y esforzado, capaz de tratar a los otros como sus amigos y no como sus enemigos, puede desarrollarse y conocer el éxito.
En cada país importante encontramos periódicos de altísimo nivel profesional: Le Mondeen Francia, La Repubblica en Italia, El País en España, The Independent en el Reino Unido y Frankfurter Allgemeine Zeitung en Alemania, por enumerar apenas un puñado. Ni un soloperiódico de buena calidad ha cerrado hasta el momento, pese al panorama que ofrecen los medios masivos. Eso tiene una explicación sencilla: sus lectores son fieles, y hasta crecen en número. Es decir, que en las sociedades contemporáneas existe un grupo de gente que se interesa por este mundo, que quiere saber y entender algo de sus historias, y eso basta para mantener el optimismo.
Lo mismo se aplica a las emisoras de radio y
a los programas de televisión de gran calidad
profesional. Hay excelentes medios de comunicación esperando que superemos nuestra flojera, el movimiento automático de encender el televisor y ver los que se nos ofrece, y que pongamos en práctica la voluntad inteligente de buscarlos. Los medios requieren de una actitud de nosotros, una actitud de interés que nos permita coproducir esa comunicación.

Gira Presidencial

 

 

 

 

 

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