La imagen de un niño o niña en brazos de su madre y ambos rodeados por el "abrazo del oso" del padre, ¿se extinguirá? Cada día son más los casos de progenitores que exponen a sus hijos a situaciones de riesgo, como la explotación laboral o el maltrato. Y son ellas, sus madres, para sorpresa de la sociedad, las que hoy no dudan en sacrifi car a sus vástagos para encarar la sobrevivencia material.
Una noticia conmocionó nuestra ya agitada coyuntura política y social antes de Navidad. La noche del sábado 22 de diciembre, Evelyn Changra Lazo no logró llegar a la sala de embarque del aeropuerto Jorge Chávez ni tampoco sus hijos adolescentes con quienes pretendía viajar a Argentina. Los tres habían sido detenidos. La Policía Antidroga detectó algo extraño en aquella mujer medio acholada, de 43 años. Su mirada esquiva y cierto temblor en las manos al atravesar la vigilancia de rigor llamaron su atención. Le pidieron, entonces, acercarse un momento a una ofi cina para hacerle algunas preguntas. Su miedo precipitó la entrevista. Entre sus balbuceos y sollozos hizo confesiones, y mencionó a sus hijos.
Una versión policial revela que el cargo de culpa la habría vencido, y que las razones
de su viaje, como la presencia de sus hijos con ella, las comunicó antes de lo que canta un gallo. Otra afi rma que una especie de rayo de suspicacia los inspiró y un policía, acompañado de su perro adiestrado para estos casos, le pidió al menor "tirarse un chanchito" y el olor de látex que liberó, inspiró los airados ladridos del can. Quedó al descubierto la noticia: una madre "burrier" había involucrado a sus hijos adolescentes en el negocio del tráfico ilícito de drogas. Ella, de 17 años, y él de 15. Madre hay una sola. Horas antes, en un cuarto ubicado en una de las zonas más miserables de San Juan de Lurigancho y alquilado por el jefe de la banda, doña Evelyn había introducido 105 cápsulas de clorhidrato de cocaína a su hija; 151 a su hijo, además de las que tragó ella misma. Que estallara una sola les habría causado la muerte.
El caso está abierto. Lo tiene a su cargo un juzgado penal del Callao. La investigación
de la fi scalía antidrogas del distrito chalaco, entre otras cosas, consigna en su denuncia los motivos que impulsaron a Evelyn Changra Lazo a exponer a sus hijos
a un peligro letal: la pobreza, la desesperación ante la miseria económica.
Hoy, ella se encuentra recluida en el penal para mujeres Santa Mónica, sus vástagos en centros juveniles, y el padre que autorizó el viaje, al parecer es solo responsable
de haber sido engañado. Un hogar destruido. Tres vidas truncadas por una decisión contra natura.
NO HAY JUSTIFICACIÓN
¿Pero quiénes son estas mujeres que colocan a sus hijos en circunstancias que pueden afectar sus vidas para siempre, que los dañan? Según la psicoanalista, Matilde Kaplansky, son personas enfermas, patológicas, no están en sus cabales porque alteran el orden biológico y natural que es cuidar y proteger, y se han pasado al otro extremo.
"Uno no le puede meter un balazo a su propio hijo, literalmente un tiro. No se puede ser homicida de su propio hijo. Por la miseria económica no podemos llegar a un grado de miseria humana tan grave", comenta la especialista, quien además ha desarrollado estudios sobre la identidad femenina. Kaplansky introduce un concepto de su maestra Estela Welldon: la perversión, un aspecto de las emociones humanas que no se menciona en las mujeres.
"Lo que ha ocurrido es perverso, y las mujeres lo desarrollan con sus hijos sin el cuestionamiento de la sociedad porque se niega a admitir que existe. Es tan aberrante esta experiencia que no se quiere ver, y uno de los valores es hablar de este problema", sostiene.
Pero el problema de Evelyn Changra Lazo como de Bety Quispe Janampa, ambas madres "burriers" que involucraron a sus hijos en el tráfico ilícito de drogas, es la familia. Ellas no tuvieron ningún soporte emocional y afectivo durante su vida. Son hijas también del maltrato y el abandono. En su opinión, el caso de las madres "burriers" es emblemático sobre todo porque es protagonizado por un grupo marginal en el que se puede observar la anomia. Esta conocedora del alma femenina sugiere que esta historia nos debe servir para plantearnos una inquietud: dónde están los tutores de las escuelas, los psicólogos, las intermediaciones paternas, aquellas personas que puede proteger a los niños y adolescentes de no quedar en manos de una madre enferma.
SOCIEDAD SIN PADRE
Desde otra mirada, esta especie de desamor de los progenitores hacia sus hijos,
y en general, de los adultos a los niños, niñas y adolescentes se expresa de diferentes
maneras, comenta Constantino Carvallo, educador con 30 años de experiencia
como maestro.
Sostiene que cada vez es mayor el número de familias que se ocupan menos de sus hijos. Al punto, recuerda, que el Congreso de la República aprobó una ley que obliga a los padres a mantener a sus hijos. Y en caso incumplan, se les incluya en una lista que se haría pública. No olvidemos el caso modelo de este tipo de paternidad es el que involucró al ex presidente Alejandro Toledo. Es que el problema sobre todo es la paternidad, dice Carvallo, en la dificultad que se presenta, por razones inexplicables, para asumir las consecuencias del embarazo, "para hacerse cargo responsablemente de los hijos".
Para él, nuestro país no está más gravemente en crisis debido a las "mamás". Su impresión frente a casos extremos de desamor, como el de las madres "burriers", es que ello obedece a la ausencia paterna, pues es el padre quien abandona sus responsabilidades, y por tanto el ejemplo y la autoridad de la ley son inexistentes.
ESCUELAS PARA NO ABDICAR
Para enfrentar el problema, afirma, el primer escollo se encuentra en la escuela, pues hoy en día "no cumple con su deber, ha abdicado de su función moral, y los maestros del Perú, en general, con suerte cumplen con la labor que les indica el currículum". Se ha dejado de lado el vínculo humano entre maestros y alumnos, que muchas veces sustituye las carencias afectivas de los niños. "La escuela se ha convertido en un centro de instrucción, además muy malo, y los maestros ahora se dedican a desarrollar sus propios trabajos". Frente al desasosiego que produce esta realidad, la alternativa es crear escuelas para padres como parte de una reforma educativa en la que se entienda
que en el siglo XXI la educación no solo es responsabilidad exclusiva de las escuelas, sino también de la familia, los amigos o el internet.
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