Alfredo Gordillo Uribe, encarna a la sexta generación de una familia de
productores de pisco afincada en la zona de Chanchajalla. Allí, entre
alambiques y cestos de uva tuvo la primera aproximación a los aromas de los mostos en fermentación, a los mangos iqueños y a los botellones de pisco de uva quebranta, que fueron parte del mobiliario de la casa hacienda ubicada en Mala, en la costa sur del Perú.

Don Alfredo es un apasionado por el pisco; basta mencionarle el
nombre para que las palabras le estallen en la boca, incontenibles,
describiendo la técnica, el proceso, la variedad, la tradición y lo que representa este producto bandera. No hace aspavientos, pero el énfasis con que expone sus conceptos lo delata como uno de los más entusiastas productores y promotores de esta bebida espirituosa que con total propiedad cataloga como un brandy, pero, además, como el más fino del mundo.

No fueron sino estos recuerdos de la infancia y el vínculo de la familia
con la actividad pisquera los que impulsaron su retorno a la semilla. Desde hace quince años y con la convicción que él reclama a los peruanos para salir adelante, se internó en la bodega, aplicó los conocimientos de ingeniero de industrias alimentarias que recibió en la Universidad Agraria y se propuso tomar un buen pisco,
pero producido por él.

“Entonces, no había una buena selección. En los últimos 50 años, la
estrategia de los productores fue, equivocadamente, competir con los aguardientes baratos y fueron sacando variaciones que deterioraron la verdadera calidad del pisco, pero el panorama cambió, tenemos ahora un producto del mejor nivel. Además, el pisco es parte de la identidad nacional. Son pocas las cosas que nos
identifican y el pisco es una de ellas.”

Diseñó una planta y reprodujo, con equipos modernos, las operaciones para elaborar pisco como 400 años atrás. “Descubrimos que la calidad podía ser tan buena a uno elaborado artesanalmente: la misma estructura, el aroma, el buqué”.

Y le estallan nuevamente las palabras en la boca. Nos habla del ph,
del grado de acidez del mosto, de las temperaturas, del origen del
alambique que –corrige– dice que es asirio y no árabe, como muchos
creen, y nos revela que ellos utilizan uno que cumple esas funciones, pero con sensores para medir la evolución del proceso de elaboración.

Gordillo tiene calle, la enjundia criolla, la chispa a flor de piel, pero
parece un académico cuando conceptúa en torno a su producto. ¿Es
un acto emotivo catar un pisco? ¡Todo lo contrario!, refuta, debe ser un acto desapasionado.

Medallero, y no propiamente por méritos deportivos, don Alfredo tiene
un idilio aparte con la quebranta, de la que –dice– son en esencia los
piscos, porque esta uva le da mucho cuerpo y estructura y un tono bajo que es muy aceptado.

En julio de 2004, medalla de bronce en Bruselas por un acholado. En
agosto, durante un concurso de bebidas espirituosas, en Londres, otra de bronce, esta vez con un Torontel. En noviembre, durante el concurso internacional El Alambique de Oro, que reúne en Caracas a los mejores del mundo, los piscos de este peruano infatigable
obtuvieron dos preseas de plata más, gracias a un mosto verde y
otro acholado. En el ámbito nacional, ganó medalla de oro y gran medalla de oro por unos quebranta.

Gordillo se sensualiza cuando habla de esta variedad de pisco, pero
no deja de reconocer que hay otras uvas pisqueras como la moscatel, la italia, la torontel, que dan piscos con tonos aromáticos más altos y diferenciados. “Los acholados tienen un desarrollo muy interesante. Se trata de una mezcla que hace cada bodega con un pisco no aromático y uno aromático”.

Y le sale el cholo cuando reclama que el peruano debe entender que tenemos un producto único en el mundo, del cual todos debemos sentirnos orgullosos.

En el pico de la charla, eleva la voz y asegura que el pisco siempre será muy nuestro... Pero como un pisco que se agita, hace burbuja y rápidamente recobra su límpida transparencia, Gordillo, vuelve a sus exquisitas maneras de profesor universitario. ¿Y por qué Gran Cruz?, inquirimos. Porque cuando empecé dije que esto sería una gran cruzada.

la reina
el estratega
la voz
el cerebro
la belleza
el pensador
el retratista
el artista
el catador
la figura
Edad: 57 años (1947). Estado civil: casado. Familia: esposa, tres hijos, dos nietos. Hobby: producir pisco, promocionarlo en el extranjero.
 
Texto:
Gabriel Valdivia Vélez