Es el único peruano de quien puede
decirse con absoluta veracidad que
hizo escuchar su voz en el mundo.

Hasta los críticos más exigentes han
encontrado sólo virtudes en las cuerdas
vocales del joven divo de la lírica, a quien el mismo Luciano Pavarotti ha calificado como la gran figura de la
nueva generación.

Juan Diego Flórez no ha sabido sino
cosechar elogios con esa sonoridad
vocal que le permite afrontar repertorios
de difícil ejecución como Donizzeti, Bellini, y especialmente Rossini, a quien dice llevar en las cuerdas, pero también en el espíritu.

Las secciones culturales de los más importantes diarios le han dedicado infinidad de páginas. Con ocasión del Festival de Ópera de Islas Canarias (España), se recordó que en un anterior concierto movilizó a la prensa y a miles de amantes del bel canto provenientes de Japón, Estados Unidos y de varios países de Europa.

Tenor ligero de voz flexible, sus amigos de Miraflores lo recuerdan en
sus inicios tarareando canciones de Lennon, Jagger o Bowie. Amaba el rock, a pesar de que lo primero que escuchó fue la música de Chabuca Granda. Su padre, criollo y guitarrero, dejaba que la compositora invada las noches con ese rumor grave, de ola
cayendo. Allí prendió el gusto y la añoranza por lo peruano.

Los estudios de música, de canto, fueron entonces consecuencia lógica para encauzar esa sensibilidad. Del Conservatorio Nacional de Música y del Coro Nacional en Lima pasó al Instituto Curtis en Filadelfia (1993- 1996). Flórez salió especializado en Rossini, tanto que 16 de sus óperas han sido cantadas por él en distinguidos
escenarios de varios continentes. “Es un rossiniano”, dicen, y aunque
lo reconoce, aclara que por ahora busca interpretar a otros grandes: Giuseppe Verdi, Christoph W. Gluck y Giacomo Puccini.

¿Pero qué tiene de mágica su voz? La respuesta resulta sencilla:
la facultad de exacerbar la capacidad de asombro. Suena genuina,
clara. Su solo soplo hace girar las aspas, suspende el corazón. Se desenreda ordenada, luce en extensión, coloratura y flexibilidad.

No obstante estas excepcionales condiciones, Juan Diego no pierde
la humildad, y quizá en eso radique su éxito. Lo han catapultado al sitial que ocupan Plácido Domingo, José Carreras, Luciano Pavarotti; pero él prefiere ser cauto y no caer en la parafernalia del star system de la lírica. “Soy muy autocrítico. No me gusta el no poder, no me gusta fracasar; puedo fallar al comienzo, pero cuando me propongo alcanzar algo, lo logro. El asunto es no pensar que uno
ya llegó a la perfección”, afirma.

Entre las personas que recuerda fundamentales en su carrera está Ernesto Palacios, su actual manager. “Lo conocí en Lima, me invitó a cantar junto a él en Italia e incluso grabamos un disco. Él es mi principal crítico, mi tercer oído”. Menciona además a Andrés Santa María, con quien se fue introduciendo en la ópera.

Con Matilde de Shabran, de Rossini, fue que Flórez destacó por primera vez. Por obra de la casualidad, debió reemplazar al tenor Bruce Ford, quien desempeñaba el papel de Corradino.
Lo hizo, y adiós Ford.

A partir de ese momento las puertas de los principales escenarios de la lírica se le abrieron para interpretar La sonnambula de Bellini, Don Pasquale y L´elisir d´ amore, de Donizetti. De allí, el Barbero de Sevilla, Otello y Maria Estuardo son las óperas que más interpreta y por las que se forman largas filas en las antesalas de los teatros, allí, donde hasta las butacas centenarias, talladas por los años,
hacen del corazón astillas.

Juan Diego es una realidad de peruano destacado, que todo lo puede. Sin embargo, conoce lo duro que es llegar, trabajar largas horas, someter la garganta a exigencias casi militares. También ha sabido aterrizar sin estrellarse en el pavimento de la fama y disfruta este momento sin muchos aspavientos. Ha sabido imponerse allí donde existen cantantes con elevada formación lírica. Juan Diego Flórez es la voz, aunque proteste Sinatra. Posee cuello largo y laringe grande, tira la voz al frente, mas la mide que no se vaya toda. Asevera que es un trabajo de músculos faciales, aunque
el estruendo delata que además hay pectorales, abdominales y esfínteres de por medio.

la reina
el estratega
la voz
el cerebro
la belleza
el pensador
el retratista
el artista
el catador
la figura
Edad: 31 años (13 de enero de 1973). Padres: Rubén Flórez y María Teresa Salom. Hermanas: Rocío y Milagros. Estado civil: Soltero. Hobby: El mar (corre olas), la música peruana (hace arreglos para valses); el fútbol (juega de centro delantero).