Glamour
es una palabra con horario esclavizado. Esa imagen casual de las portadas
de revistas, se suda junto a 20 asistentes, de lunes a sábado, de
8.00 a 21.00 horas, para que los domingos vueles de Londres a otro punto
del planeta y empieces otra vez de cero: haciendo casting, buscando locaciones,
opinando sobre el maquillaje, el vestuario y, finalmente, haciendo fotos.
Nada de cámaras digitales porque matan la luz. Así, entiende
su labor Mario Testino, el fotógrafo de modas y estrellas más
reconocido del orbe.
Mario mide 1.90 metros, tiene 50 años de edad y unas manos torpes.
Él, que habla cinco idiomas y es tan detallista en sus trabajos para
Gucci, Valentino y Versace, entre otras firmas de moda internacional, no
sabe nada de cocina y poco entiende de tecnología. Siempre tiene a
alguien para que le caliente los platillos. Recibe e-mails a diario; sin
embargo, prefiere redactarlos a mano. Vive rodeado de computadoras e impresoras
que sus colaboradores manejan para que él vea las hojas de contacto
e impresiones de las fotos que elige.
El hombre que se codea, se abraza y besa con los y las más deseadas
luminarias del mundo, tiene pocos amigos: los de siempre. “Ya pasé
la edad de hacer amigos”, expresa en su departamento barranquino, donde
disfruta de sus vacaciones de cada fin de año en Lima, con el óleo
vivo del mar de Grau a través de los grandes ventanales y rodeado
de sus amigos, familiares y su mamá de 82 años.
Cada diciembre, Mario visita Lima y Brasil para recobrar energías
antes de los desfiles, sesiones y exhibiciones a lo largo y ancho del hemisferio
norte. Porque si otros luchan por entrar a los clubes más fashion
del globo, Testino ruega para no ser invitado por las celebridades o la realeza
británica (este año dio un aire nuevo a los rígidos
retratos anuales del príncipe Carlos y sus hijos). Prefiere disfrutar
de su tiempo lejos de estos mundos.
Mario Testino reinventó el glamour. Cuando el mundo de la moda estaba
dominado por las ojeras grunge de fotógrafos europeos, él llevó
a las revistas los colores y brillos, influenciado por la década de
1970 y su herencia de Lima, ciudad ploma que paradójicamente tiene
colores en todo: grifos, carros, casas, vestimenta, donde aprendió
a bailar de todo y mostrar la sonrisa amable. “La gente que no es amable,
es cojuda. Tienes que ser diez veces más amable por todo lo
que la vida te dio”, explica irritado por la actitud de algunos cursis
que vuelven de Estados Unidos y no quieren hablar en español.
Debe a Brasil ese ‘calor’ de sus fotos. Antes de que el gigante
carioca sea explotado por los fotógrafos de modas, Mario se fue para
allá. Por ello, las autoridades brasileñas siempre le ofrecen
títulos que él rechaza, como lo hizo con el cargo de Embajador
de Buena Voluntad que le ofreció la ONU este año, tras haber
realizado el catálogo de Mujeres con sida. Porque después de
participar en tantas campañas caritativas, opina que el dinero no
llega a los
que necesitan; por ello, en el futuro prefiere ayudar haciendo cosas concretas
(un edificio, un albergue).
Hace más de 20 años, sólo su madre le creyó cuando
llegó a Londres
en 1976 decidido a ser fotógrafo de Vogue. “Inicialmente, traté
de
adoptar lo inglés, pero mis gustos son peruanos y el día que
los asumí, todo comenzó a ir mejor. Siento que tengo una suerte
enorme de la cultura de mi país. Ser peruano fue en mi carrera un
‘más’ en vez de un ‘menos’”. Agrega
que su norma es ir contra la corriente. Sus colaboradores, con quienes trabaja
por más de una década, lo saben. Es una actitud riesgosa que
le ha proporcionado éxitos, porque “a veces lo que llamamos
cultura, te limita”.
Hoy, viaja por Europa, Asia y América debido a una exhibición
de
120 fotos de su trabajo. Argentina y Brasil están interesados en traerla
a América Latina para el próximo año, con el fin de
celebrar los 25 años de su labor.
En marzo, Mario será el tercero en poner sus manos en el Paseo de
la
Moda de Los Ángeles, los primeros fueron los diseñadores Giorgio
Armani y Tom Ford.
Este Mario, que de niño iba al cerro San Cosme a dictar clases de
inglés, reconoce que “Lima está hoy más predispuesta
a aceptar la gente tal como es”. Eso le gusta. Y sonríe a la
cámara.
Edad: 50 años. Logros: Doctor honorario de la University of the Arts
(Inglaterra), retratista y fotógrafo de las más importantes
figuras del mundo.